Seminario de Málaga. Fase I

 

En una finca situada en las estribaciones del monte de la Victoria San Manuel González comenzó la construcción del Seminario de Málaga en 1923. El entonces obispo de Málaga quiso que la institución estuviera en contacto directo con la naturaleza, en un lugar soleado y con una distribución que favoreciera las ventilaciones de los espacios interiores. Para tal fin el arquitecto Fernando Guerrero Strachan proyectó el edificio en lo más alto de la finca, proponiendo para su acceso un recorrido en el que se alternaban plazoletas abiertas a las vistas con sinuosos caminos arbolados. Los puentes sobre los que apoyan estos caminos nos anuncian la arquitectura del propio Seminario. Pero si son atractivos estos caminos construidos para el paso de caballos y carretas y los primeros vehículos a motor de nuestra ciudad, más aún lo son el juego de escaleras construidos con ladrillo y cantos rodados tomados con mortero de cal. Ambos recorridos nos conducen a la Granja, el edificio que servía de portería al complejo. Finalmente una inclinada rampa conducía a los seminaristas a una generosa plaza desde la que se podía disfrutar de una vista panorámica de Málaga. Desde este mirador se accedía al seminario a través de la capilla, adquiriendo esta construcción un carácter de límite entre lo profano y lo sacro. Atendiendo las instrucciones de San Manuel, el arquitecto construyó un edificio a base de pabellones.

 

La capilla del Seminario se sitúa al oeste del conjunto, comunicándose con el cuerpo de aulas y dormitorios mediante una estrecha y esbelta galería. La planta baja este segundo cuerpo se orienta a sur y al paisaje a través de la denominada “galería de la obediencia”, formada por arcos carpaneles y cubierta por bóvedas tabicadas. De esta manera consiguió el arquitecto abrir el claustro a la luz y el paisaje, alcanzando las condiciones higienistas que el obispo quería para formar a los nuevos curas de la diócesis. Encima del cuerpo de las aulas se ubicaba un gran dormitorio diáfano donde quedaban a la vista las cerchas que el ingeniero Rafael Benjumea, conde del Guadalhorce, proyectó y calculó para esta nave gigantesca.

 

A través de una tercera galería, este cuerpo central se comunica con el edificio que albergó las cocinas y comedores. Un cuerpo que repite la planta basilical de la capilla pero que se gira noventa grados respecto al eje principal del edificio.

 

A lo largo del siglo XX el conjunto ha sido ampliado en sucesivas ocasiones con edificaciones que no poseen la claridad del edificio originario, pero que convierten al seminario en un complejo de cierta entidad urbana.

 

Fase I

 

El proyecto ejecutado se corresponde a una primera fase de rehabilitación de los edificios de la finca, la cual contempla dos operaciones principales. La primera consiste en la rehabilitación del edificio donde se albergaban aulas y dormitorios, cuya estructura metálica de esbeltísimos perfiles se había deteriorado considerablemente haciendo peligrar la estabilidad de algunas partes del edificio. Como las obras nunca llegaron a concluirse las fachadas quedaron sin revestir, lo cual originó patologías de diverso orden y que el complejo no se pintara de blanco tal y como se pensó.

 

Si en origen este edificio poseía una planta baja compartimentada en aulas y una planta alta diáfana y dedicada a un dormitorio único, en la reforma del edificio se ha invertido el orden espacial. De este modo y en planta baja se ha proyectado un gran comedor que se puede subdividir si es necesario mediante tabiques móviles. Al contrario, la planta alta se ha compartimentado redistribuyendo las habitaciones que ya existían una vez recibido el encargo. Las gigantescas escaleras que ocupan los extremos de la pieza se han despojado de aditamentos adquiriendo la monumentalidad que en origen poseían.

 

Para la rehabilitación del edificio se han utilizado materiales similares a los originarios como son el ladrillo de factura manual, la piedra de la misma finca y morteros de cal. La estructura metálica del cuerpo central ha sido sustituida por vigas alveolares de gran canto gracias a las cuales hemos conseguido cubrir las luces de la crujía de la nave sin apoyos intermedios. Para los interiores se ha utilizado mármol de Sierra Elvira y azulejos manuales blancos para los zócalos.

 

Para señalar el nuevo acceso al complejo se ha construido una marquesina que revela al exterior la estructura de hierro que desde origen constituyó el esqueleto interno del edificio.

La segunda operación ha consistido en la construcción de un basamento que alberga

 

las nuevas cocinas, aparcamientos y espacios reservados para instalaciones. De este modo conseguimos devolver a las plantas nobles del edificio la limpieza espacial con la que fueron concebidas. Una gran galería de instalaciones recorre longitudinalmente este basamento asegurando el registro y mantenimiento de las mismas.

 

Ante la necesidad de construir un edificio basamental que dotara al complejo de unas funciones que cuando fue construido no disponía, elegimos el hormigón armado a priori como material de construcción. La gran resistencia a flexión de este aparejo nos facilitó la contención de los fuertes desniveles del terreno y posibilitó la construcción de voladizos que abren este cuerpo al paisaje. Asimismo, las técnicas contemporáneas de encofrados curvos nos permitieron la formalización de unos muros, que adaptándose a la topografía y a la circulación de los vehículos, generan una espalda de pronunciada corporeidad.

 

Ω

Arquitectos:
Gabriel Ruiz Cabrero
Juan Manuel Sánchez La Chica
Adolfo de la Torre Prieto

Promotor:
Obispado de Málaga

Arquitecto técnico:
María Vargas García
Francisco Javier Serrano Sánchez

Empresa constructora:
Grupo ORP